Richard Kuklinski – El Hombre de Hielo


Richard Kuklinski

Detalles del caso

  • Clasificación: Asesino en serie
  • Características: Asesino profesional – Supuestamente trabajó para varias «familias del crimen»
  • Número de víctimas: 6 – 100 +
  • Fecha del crimen: 1949 – 1986
  • Fecha de detención: 17 de diciembre de 1986
  • Fecha de nacimiento: 11 de abril de 1935
  • Perfil de la víctima: Hombres
  • Método del crimen: Varios
  • Lugar: Varias, Estados Unidos (Nueva Jersey), Estados Unidos (Nueva York)
  • Estado: Condenado a cadena perpetua en marzo de 1988. Condenado a 30 años de prisión en 2003. Muere el 5 de marzo del 2006

Richard Kuklinski, el sanguinario «hombre de hielo»

Julio Valdeón – Elmundo.es

23 de marzo de 2006

Richard Kuklinski falleció el 6 de marzo en la prisión estadounidense de Trenton (Nueva Jersey) a los 81 años de edad. Allí cumplía varias cadenas perpetuas por asesinato. Él siempre presumía de haber matado a más de 100 personas.

Su biografía carece de elementos glamourosos. Gastaba músculos rotundos, tatuajes, barba, y una crueldad inaudita. En Nueva York decían que el diablo estaba de su parte.

Padre de familia, soldado de la mafia y, sobre todo, ‘killer’ eficiente: incluso los Gambino, sus jefes, temían las reacciones del matarife y se hacían cruces con un tipo que acumulaba muescas hasta batir cifras récord.

En un documental que permitió realizar a la cadena HBO sobre su vida, cuando llevaba un lustro en prisión, declaró que, en su caso, «el asesinato era vocacional». Mataba por placer. Nunca dejaba testigos. Incluso los criminales que lo acompañaban durante sus correrías sudaban hielo. Cualquiera podía incorporarse a la lista negra.

Kuklinski nació en 1935 en la ciudad de Jersey. Su padre, alcohólico, solía pegarle con frecuencia. Su hermano mayor fue sentenciado a cadena perpetua tras violar a una niña de 12 años, a la que arrojó después al vacío desde una torre, junto con su perro.

Durante su adolescencia, Kuklinski se deleitaba torturando animales. Uno de sus pasatiempos consistía en arrojar gatos vivos al horno familiar. Con 14 años mató a otro muchacho de más o menos su misma edad para «proteger su territorio», como él declararía posteriormente. Fue su primer asesinato.

En 1960 conoció a Bárbara, su futura esposa, con la que tendría tres hijas. Su trabajo en la industria del cine, donde traficaba con pornografía que revendía a los Gambino, le introdujo en los círculos mafiosos. Pronto fue contratado para cobrar deudas. Su nombre circulaba por las calles como un viento de muerte.

A las ordenes de Roy DeMeo, psicópata y matón prominente, perfeccionó los métodos de trabajo. La clave para ganarse al mafioso consistió en matar a un hombre elegido al azar. La víctima paseaba a su perro por la calle y Kuklinski actuó sin dudarlo un instante. Roy DeMeo estaba impresionado: el chico «prometía».

Durante casi 20 años, los dos hombres lideraron un grupo al que se le atribuyen más de 100 asesinatos. Kuklinski cobraba 50.000 dólares por encargo. En palabras de su esposa, «nuestra vida era la típica de una familia americana».

Vida familiar

Compraron una casa lujosa y en ella organizaban barbacoas. Aunque la relación con su esposa fue cualquier cosa menos idílica. Trató de ahogarla con una almohada, la amenazó con una pistola, estuvo a punto de atropellarla, pero ella siempre achacaba estos sucesos al estrés que padecía su esposo y terminaba perdonando sus excesos.

Kuklinski alcanzó un enorme grado de sofisticación en el empleo de cianuro para matar a muchas de sus víctimas. Lo hacía con un inhalador nasal que empleó, por primera vez, con un viandante como conejillo de indias. El hombre murió en 15 segundos. «Lo importante es sorprender a tu objetivo y aplicar la solución en su rostro. Así, todo el mundo creerá que ha sufrido un infarto». Aparte del cianuro, cualquier instrumento le servía para sus fines, desde un picahielos a un mazo.

A Kuklinski le apodaban ‘Iceman’ (Hombre de hielo) por otro de sus experimentos. Mantuvo dos años congelado el cuerpo de una víctima. Durante meses usó como cámara frigorífica el camión de los helados de Pongray. Quería averiguar si, gracias al frío, lograría confundir a los investigadores. Cuando la policía encontró el cuerpo, creyó que había fallecido tan solo 24 horas antes. Sin embargo, durante la autopsia, los forenses hallaron restos de hielo. Aunque erró por poco -unas horas más hubieran bastado para que se derritiera del todo- Kuklinski se regocijaba porque había coronado su currículum con un nombre rotundo. Poco después se deshizo de Pongray.

Cuando le atraparon, en 1986, su familia sufrió un colapso. Jamás había sospechado del respetable marido y prominente hombre de negocios. Kuklinski no sólo no negó los cargos -en principio cinco asesinatos-, sino que añadió varias decenas. Sin eufemismos, demostraba un ego de proporciones superlativas.

En 1992, Tom Shales, del Washington Post, prometió en una columna realizar un estudio de su psicología. Tras visionar el documental de la HBO se retractó: «A veces es mejor no penetrar en ciertas mentes».


Richard Kuklinski

Wikipedia

Robert Leonard «The Iceman» Kuklinski (11 de abril de 1935 – 5 de marzo de 2006) fue un asesino a sueldo estadounidense condenado por tres asesinatos.

A Richard Kuklinski se le dio el apodo de «hombre de hielo» por su método de congelación de una víctima para enmascarar el momento de la muerte. Kuklinski vivía con su esposa y sus hijos en un suburbio de Dumont, Nueva Jersey.

Antes de su detención, su familia aparentemente era desconocedora de la doble vida de Kuklinski y los crímenes. Se formó un grupo policial de trabajo en Nueva Jersey después de que Kuklinski fuese sospechoso de dos asesinatos. Una investigación encubierta de un año llevó a su arresto.

Kuklinski era un asesino a sueldo de [la] familia del crimen DeCavalcante en Newark y Las cinco Familias de Nueva York de la mafia. Tras sus condenas por asesinato, Kuklinski participó en una serie de entrevistas durante las cuales afirmó haber asesinado a alrededor de 100 a 250 personas (sus «recuerdos» varían) entre 1948 y 1986.

Tres documentales, dos biografías y un largometraje se realizaron sobre Kuklinski basadas en sus entrevistas y los resultados del grupo de trabajo que llevó a Kuklinski ante la justicia. Sus afirmaciones no han sido corroboradas y miembros de la familia del crimen disputan su papel como sicario.

Primeros años de vida

Kuklinski nació en un apartamento familiar en la Tercera Calle en Jersey City, Nueva Jersey. Su padre, Stanley Kuklinski, era un inmigrante polaco de Varsovia y guardafrenos en el ferrocarril, y su madre, Anna McNally, una católica hija de inmigrantes irlandeses de Dublín, que trabajaba en una empacadora de carne durante la infancia de Richard.

Richard era constantemente maltratado por sus padres, sobre todo por su padre, quien lo pegaba con asiduidad. Su madre también lo golpeaba con palos de escoba y otros objetos de su casa. Creía que la disciplina severa debía ir acompañada de una estricta educación religiosa, y crió a su hijo en la Religión Católica, donde se hizo monaguillo. Varios informes policiales afirman que Kuklinski comenzó matando gatos cuando era niño.

Richard tenía tres hermanos. Su hermano mayor Florian murió por lesiones causadas por el maltrato por parte de su padre. La familia Kuklinski mintió a la policía, diciendo que se había caído por las escaleras. También tenía una hermana más joven, Roberta, y un hermano menor, Joseph (5 de mayo de 1944 – 22 de septiembre de 2003), que fue condenado  por violar y asesinar a una niña de 12 años de edad que al parecer fue arrojada desde el tejado de un edificio. Joseph Kuklinski fue detenido en su casa de 434 de Central Avenue el 16 de septiembre 1970. Cuando se le preguntó acerca de los crímenes de su hermano Joseph, Richard respondió: «Venimos del mismo padre».

Carrera criminal

A mediados de la década de 1950, Kuklinski se había ganado la reputación de ser un sanguinario asesino que pegaba o mataba a los que le molestaban, formando una pequeña banda de delincuentes. Finalmente, su historial criminal y su extrema violencia atrajo a la atención de la familia DeCavalcante, quien lo contrató para sus primeros asesinatos, ordenándole, para demostrar su fidelidad que asesinara a dos miembros de su banda, cosa que hizo con facilidad. No existe ninguna evidencia que apoye que esto fuese una confesión de Kuklinski.

A partir de la primavera de 1954, Kuklinski comenzó rondando Hells Kitchen en busca de víctimas. Según el autor Philip Carlo:

«Kuninski vino a Manhattan numerosas veces durante las siguientes semanas y meses y mató a personas, siempre hombres, nunca mujeres. Siempre hay alguien que lo llevó por el camino equivocado, para algunos imaginario o extremadamente falto de razón. Disparó, apuñaló, apaleó y mató a varios hombres. Dejó algunos en los lugares del asesinato. Arrojó a una víctima al río Hudson. El asesinato se convirtió en un deporte para Richard. La policía de Nueva York llegó a creer que los vagabundos se estaban atacando y matando unos a otros, sin sospechar que un verdadero asesino en serie venido de Jersey City venía a West Side, Manhattan, con el fin de matar y poner en práctica el asesinato perfecto. Richard hizo del West Side de Manhattan, una especie de laboratorio para el asesinato, una escuela.»

Kuklinski recordó más tarde,

«De momento sabes que lo que más me gustaba era la caza, el desafío mismo. La muerte para mí era secundaria. No concibo nada fuera de eso… en su mayoría. Pero la investigación, el desafío del acecho y hacerlo con éxito, que excita muchísimo. Cuanto mayores son las probabilidades de que me pillen, más me divierto.»

Según Carlo,

«Richard era bipolar y debería haber estado tomando medicamentos para estabilizar su comportamiento, sus altas y bajas repentinas, pero visitar a un psiquiatra estaba fuera de la cuestión. Eso sería admitir que algo en él funcionaba mal, y nunca haría eso.»

En contraste con la opinión de Carlo, el psiquiatra Dr. Park Dietz entrevistó a Kuklinski en 2002 en la prisión estatal de Trenton. Kuklinski y Dietz hablaron largo y tendido en una entrevista grabada sobre la educación de Kuklinski, la vida familiar, los crímenes, y otros eventos en su pasado. Kuklinski dijo al médico que quería saber qué eventos o irregularidades mentales le hicieron capaz de realizar los actos de los que se le acusaba.

Después de una larga discusión, el médico se refirió a su propia naturaleza en contraposición a su crianza afirmando, según su opinión profesional, que ambos jugaron un papel en el que podría ser funcional en otros aspectos de la vida y desarrollo de Kuklinski convirtiéndolo en un asesino despiadado.

El médico explicó que Kuklinski probablemente heredó un trastorno de personalidad antisocial de sus padres maltratadores y que el abuso que alega haber sufrido de su padre refuerza la violencia, las actividades que requieren la falta de conciencia y la falta de amor.

Dietz también declaró que Kuklinski sufría de trastorno paranoide de la personalidad, lo que le llevó a matar a la gente con mucho menor remordimiento.

Gambino y Roy DeMeo

Kuklinski llegó a ser asociado con la familia criminal Gambino a través de su relación con el soldato Roy DeMeo, que comenzó debido a un deuda contraída con un Miembro de DeMeo. DeMeo fue enviado a «hablar» con Kuklinski y procedió a golpearlo y amenazarlo con una pistola. Aunque Kuklinski llevaba una pistola en ese momento, decidió no usarla; esto le mereció el respeto de DeMeo.

Después de que Kuklinski devolviese el dinero que le debía, comenzó a trabajar para DeMeo y la familia Gambino.

En 2011, el ex asociado de Gambino, Greg Bucceroni, alegó que Kuklinski a menudo viajaba entre Filadelfia, Nueva Jersey y Nueva York para encargarse de un variado grupo de problemas relacionados con establecimientos de pornografía de la familia criminal Gambino, incluyendo el tráfico de pornografía ilegal, cobro de deudas y el asesinato por encargo en nombre de Robert «DB» DiBernardo y Roy DeMeo.

De acuerdo a Kuklinski, DeMeo lo llevó en su coche un día, estacionado en una calle de la ciudad. DeMeo posteriormente seleccionó un objetivo aleatorio, un hombre que paseaba a su perro. Luego ordenó a Kuklinski matarlo. Sin vacilar, Kuklinski se bajó, caminó hacia el hombre y le disparó en la parte posterior de la cabeza al pasar. A partir de entonces, Kuklinski fue el ejecutor favorito de DeMeo.

Kuklinski afirmó que asesinó a numerosas personas en los siguientes 30 años. La falta de atención por parte de las fuerzas del orden se debió en parte a los métodos siempre cambiantes de Kuklinski: utilizó armas de fuego, cuchillos, explosivos, barras se hierro, fuego, veneno, asfixia, e incluso golpes con puños, «sólo por ejercicio». El número exacto no se ha resuelto a las autoridades, y Kuklinski en varias ocasiones afirmó haber matado a más de 200 personas.

Uno de sus métodos era administrar cianuro por inyección, ponerlo en la comida de una persona, por pulverización de aerosol, o simplemente arrojándolo sobre la piel de la víctima.

Su forma favorita de desembarazarse de los cadáveres era meterlos en bidones de aceite de 55 galones. Sus otros métodos de eliminación incluyen desmembramiento, enterramiento, o la colocación del cuerpo en el maletero de un coche y aplastarlo en un depósito de chatarra.

A pesar de las afirmaciones de Kuklinski sobre que era un asesino que trabajaba frecuentemente para DeMeo, ninguno de los miembros de la banda de DeMeo, que más tarde se convirtieron en testigos, admitieron que Kuklinski estaba involucrado en los asesinatos que cometieron.

Kuklinski dijo haber sido responsable del asesinato de DeMeo, aunque las pruebas y testimonios disponibles de los colegas y asociados de la banda de DeMeo, José Testa y Anthony Senter, así como el supervisor de DeMeo en la familia Gambino, Anthony Gaggi, lo desmienten.

Antes de comenzar con su carrera como asesino a sueldo, mientras trabajaba en un almacén en Nueva Jersey, Kuklinski conoció y se casó con Bárbara Pedrici; su esposa afirmó en el programa [de] The Biography Channel Imperio del mal que una vez, durante una discusión en un coche, le dijo a Richard que no quería permanecer en el coche. En ese momento sintió un dolor en su cuello y cuando lo tocó con su mano vio sangre. Kuklinski le dijo, «esto es una lección objetiva, nunca me dejes». Ella afirmó que la apuñaló.

Kuklinski y su esposa tuvieron dos hijas y un hijo. Su familia y sus vecinos nunca estaban al tanto de sus actividades, creyendo que era un exitoso hombre de negocios.

Kuklinski se ganó el apodo de «Iceman» tras sus experimentos enmascarando el momento de la muerte de sus víctimas mediante la congelación de sus cadáveres en un congelador industrial. Más tarde, le dijo al escritor Philip Carlo que se le ocurrió la idea de su compañero sicario Robert Pronge, apodado «Mr. Softee», que conducía un camión. Pronge enseñó a Kuklinski los diferentes métodos de utilización de cianuro para matar a sus víctimas. Kuklinski también afirmó haber comprado granadas de mano detonadas remotamente gracias a Pronge. Pronge supuestamente le pidió llevar a cabo el golpe de la propia esposa e hijo de Pronge. En 1984, Pronge fue encontrado muerto a tiros en su camioneta.

En el libro El hombre de hielo: Confesiones de un Asesino a sueldo de la mafia, Kuklinski afirma haber sido responsable del asesinato del líder sindical Jimmy Hoffa. Después de que Kuklinski lo asesinara con un cuchillo de caza, su cuerpo fue introducido en un barril de 55 galones y prendido fuego. Se le permitió arder «una media hora o así», y luego cerró el barril, siendo soldado y enterrado en un depósito de chatarra.

Más tarde, cuando un cómplice comenzó a hablar con las autoridades federales, corrió el miedo de que utilizase la información para tratar de salir del paso. El barril fue desenterrado, colocado en el maletero de un coche y compactado en un desguace. Se vendió, junto con cientos de otros coches compactos, como chatarra. Fue enviado a Japón para ser utilizado en la fabricación de automóviles nuevos.

Experimentación independiente

Por la década de 1980, después de 25 años de trabajo como asesino a sueldo de la mafia, Kuklinski creó su propio grupo [de] delincuencia, e ideó nuevas maneras de beneficiarse con la muerte de personas. El caso del farmacéutico Paul Hoffman era típico de la metodología de Kuklinski. Hoffman esperaba hacerse con un gran beneficio al comprar ilegalmente a un bajo costo grandes cantidades de Tagamet, la droga más popular utilizado para tratar las úlceras pépticas en el momento, para revenderlas a través de su farmacia.

En la tarde del 29 de abril de 1982, Hoffman se reunió [con] Kuklinski en un almacén para tramitar la compra del Tagamet por 25.000$. Después de que Hoffman le entregase el dinero, Kuklinski colocó el cañón de su pistola debajo de la barbilla de Hoffman y le disparó. El arma de Kuklinski se atascó y la bala no mató a Hoffman, que yacía en el suelo sangrando y con dolor. Kuklinski tuvo que matar [a] Hoffman golpeándolo con un barra de hierro.

A principios y mediados de la década de 1980, Kuklinski estaba involucrado en drogas, pornografía, tráfico de armas, blanqueo de dinero, secuestro y asesinato por encargo. A pesar de su ambiciosa gama de esfuerzos criminales, sin embargo, ya no estaba en su mejor momento y comenzó a cometer errores. Las fuerzas del orden habían empezado a sospechar de Kuklinski y comenzaron a reunir pruebas sobre los diversos crímenes que había cometido. Aunque Kuklinski no mató a nadie que pudiera testificar contra él, se descuidó en la eliminación de los cuerpos de sus víctimas.

El primer gran error [de] Kuklinski fue descubierto el 27 de diciembre de 1982, cuando el cuerpo en descomposición de Gary Smith, de 37 años de edad, fue descubierto debajo de la cama en la habitación 31 del York Motel en North Bergen, Nueva Jersey.

Smith había sido un colaborador frecuente de Kuklinski participando en estafas y robos de coche con él y con otro hombre, Daniel Deppner. Kuklinski y Deppner decidieron matar a Smith el 23 de diciembre introduciendo cianuro en una hamburguesa. Al tardar Smith mucho tiempo en morir por el cianuro, Kuklinski se impacientó y ordenó a Deppner estrangular a Smith con un cable de lámpara.

Cuando la ex esposa de Deppner, Bárbara, no regresó con un coche para poder sacar el cuerpo, colocaron el cadáver de Smith entre los muelles del somier y el colchón. Durante los siguientes cuatro días, numerosos clientes alquilaron la habitación, y aunque pensaban que el olor de la habitación [era] extraño, la mayoría de ellos no pensaron en mirar debajo de la cama.

El cuerpo de Daniel Deppner fue encontrado el 14 de mayo de 1983 por un ciclista que circulaba por una carretera aislada en una zona boscosa de West Milford, Nueva Jersey. Kuklinski había puesto el cuerpo en el interior de bolsas de basura verdes antes de deshacerse de él.

El 25 de septiembre de 1983, Kuklinski cometió otro error importante cuando Louis Masgay fue encontrado muerto cerca de un parque de la ciudad de Clausland, camino de la montaña en Orangetown, Nueva York, con un agujero de bala en la cabeza. Kuklinski, como lo había hecho muchas veces antes, trató de disimular el tiempo de la muerte mediante el almacenamiento de su cadáver en un congelador industrial durante dos años.

Esta vez Kuklinski no permitió que el cuerpo se descongelase por completo antes de dejarlo abandonado. El médico forense del Condado de Rockland encontró cristales de hielo en el interior del cuerpo de Masgay en un cálido día de septiembre. Esto ayudó a las autoridades a darse cuenta de que Kuklinski utilizaba un congelador como parte de su modus operandi y le otorgaron el apodo de «Hombre de Hielo».

Posteriormente se comprobó que cinco homicidios sin resolver, entre ellos la muerte de Hoffman, Smith, Deppner, Masgay, y George Malliband (encontrados en Jersey City el 5 de febrero de 1980) estaban vinculados a Kuklinski porque había sido la última persona que vio a cada uno de ellos con vida.

«Operación Hombre de Hielo»

En 1985 una división del Departamento de Justicia Criminal de Nueva Jersey creó un grupo de trabajo integrado por los organismos encargados de hacer cumplir las leyes federales, estatales y locales, incluyendo al fiscal general de Nueva Jersey y la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, dedicado a arrestar y condenar a Richard Kuklinski.

El grupo de trabajo, conocido como «Operación Hombre de Hielo», basó su caso casi exclusivamente en el testimonio de un agente encubierto, Dominick Polifrone y la evidencia construida por la policía del estado y el detective Pat Kane, que comenzó el caso contra Kuklinski seis años antes.

A partir de 1985, el detective Kane y el agente especial del ATF Dominick Polifrone, trabajaron con Phil Solimene, un amigo cercano de Kuklinski. Polifrone convenció a Kuklinski para que tomase como compañero a Dominic Michael Provenzano. Polifrone dijo que Kuklinski quería contratarlo para un asesinato, y grabó a Kuklinski hablando en detalle sobre la forma en que lo haría. Kuklinski afirma en la entrevista de HBO que Solimene era el único amigo que no asesinó.

El 17 de diciembre de 1986, se dispuso que Kuklinski, para satisfacer a Polifrone, consiguiera cianuro para un asesinato planificado contra un detective de la policía que trabajaba encubierto. Después de haber sido registrado por Polifrone, Kuklinski fue a dar un paseo. Probó (supuestamente) el cianuro de Polifrone en un perro callejero y vio que no era veneno. Sospechoso, Kuklinski decidió no seguir adelante con el asesinato planificado y se fue a casa. Fue detenido dos horas más tarde. Un arma fue encontrada en el coche, y su esposa fue acusada de tratar de impedir su detención.

Los fiscales acusaron [a] Kuklinski de cinco cargos de asesinato y seis violaciones, así como intento de homicidio, robo y tentativa de robo. Las autoridades dijeron que Kuklinski tenía grandes sumas de dinero en cuentas bancarias en Suiza y una reserva en un vuelo con destino a ese país. Kuklinski tuvo que pagar una fianza de 2 millones $ y entregar su pasaporte a las autoridades.

En marzo de 1988, un jurado encontró a Kuklinski culpable de dos asesinatos, pero se encontró que las muertes no fueron probadas por la propia conducta de Kuklinski, lo que significaba que no se enfrentaría a la pena de muerte. En total, Kuklinski fue declarado culpable de cinco asesinatos y condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas, con posibilidad de solicitar la libertad condicional a los 110 años de edad.

Encarcelamiento y muerte

Durante su encarcelamiento, Kuklinski concedió entrevistas a los fiscales, psiquiatras, criminólogos, escritores y productores de televisión sobre su carrera criminal, educación y vida personal. Tres documentales y las últimas entrevistas de Kuklinski al psiquiatra forense Park Dietz, se retransmitieron en HBO en 1992, 2001 y 2003. Los escritores Anthony Bruno, Michael Wells Jr. y Philip Carlo cada uno escribió una biografía de Kuklinski.

En una entrevista, Kuklinski afirmó que nunca mataría a un niño y «muy probablemente no mataría a una mujer». Sin embargo, de acuerdo con una de sus hijas, una vez le dijo que tendría que matarla a ella y a sus dos hermanos por un ataque de rabia en caso de que su madre lo abandonase. Al mismo tiempo, su esposa Bárbara indicó que él no maltrataba a los niños. Sin embargo, afirmó que a ella la golpeaba con frecuencia, rompiéndole la nariz en varias ocasiones. Según el New York Times, Kuklinski trató de asfixiarla con una almohada, le apuntó con un arma y trató de atropellarla con un coche.

Como prueba de la aleatoriedad de sus crímenes y violencia, Kuklinski confesó que quería usar una ballesta para llevar a cabo un golpe, pero no sin probar su letalidad primero. Mientras conducía su coche, preguntó a un desconocido por una dirección y utilizó la ballesta para disparar al hombre en la frente.

En una entrevista de 1991, Kuklinski recordó uno de los pocos asesinatos que más tarde lamentó cometer:

«Era un hombre que estaba pidiendo, suplicando y orando, supongo. Decía: «Por favor, por Dios» por todo el lugar. Así que le dijo que podría tener una media hora para orar a Dios y si Dios podría venir y cambiar las circunstancias, sería libre. Pero Dios nunca apareció y nunca cambió las circunstancias y eso fue todo. No fue demasiado agradable. Es algo que no debería haber hecho. No debería haberlo hecho de esa manera.»

En 2003, Kuklinski se declaró culpable del asesinato del detective Peter Calabro de Departamento de Policía de Nueva York en 1980 y fue condenado a otros 30 años. Kuklinski dijo que estacionó su camioneta en una carretera estrecha, obligando a otros conductores a reducir la velocidad para pasar. Se tumbó en un banco de nieve hasta que Calabro apareció a las 2 a.m., y luego salió y le disparó con una escopeta. Negó saber que Calabro era un oficial de policía, pero dijo que más que probablemente le habría asesinado de todas formas.

Kuklinski murió a los 70 años, a las 1:20 a.m. el 5 de marzo de 2006, en un ala de seguridad en St. Francis Medical Center en Trenton, Nueva Jersey.

Cine

Michael Shannon interpreta a Kuklinski en la película de 2012 El hombre de hielo, basada en el libro de Anthony Bruno The Iceman: The True Story of a Cold-Blooded Killer. La película también está protagonizada por Winona Ryder como la esposa de Kuklinski (rebautizada Débora), Ray Liotta como Roy DeMeo, Stephen Dorff como el hermano menor de Richard, Joey, y Chris Evans como Robert «Mr. Softee» (renombrado como «Sr. Freezy») Pronge.


Richard Kuklinski – «El Hombre de Hielo»

Grotesqueandarabesque.blogspot.com

7 de marzo de 2014

Richard Kuklinski era un psicópata/paranoide, jactancioso, cruel, despiadado, frío… y enorme. Medía 1,96 mts. y pesaba 140 kg. Pero más allá de su imponente apariencia, había algo que lo diferenciaba de todos los otros reclusos que compartían el espacio con él tras las rejas de la cárcel de Trenton, en Nueva Jersey.

Kuklinski no era un reo ordinario. Nadie se atrevía a meterse con él… ni siquiera los guardias. Incluso con sus 81 años, la mayoría prefería alejarse de «The Iceman», porque sabían que era un asesino violento e impredecible. Ante la menor provocación, Kuklinski podría matar a cualquiera con sus propias manos, y eso todo el mundo lo sabía muy bien. Con más de 200 asesinatos encima, el apodado «Hombre de Hielo» sencillamente no necesitaba presentación.

Durante más de 20 años, Richard se había hecho un nombre como el más temible sicario de la historia de la mafia de Nueva York. Capaz de asesinar a un hombre incluso por mirarle de mala forma, Kuklinski resultaba tan intimidante, que sus propios compañeros de correrías le temían.

Después de todo, había matado a varios por considerarlos un estorbo o porque, simplemente, se había aburrido de ellos. Ni siquiera los mafiosos, que contrataban sus servicios, se sentían a salvo ante su presencia. Aun así, comenzó trabajando como matón para, posteriormente, convertirse en uno de los más temibles asesinos a sueldo de la historia moderna.

Nacido el 11 de abril de 1935, Richard Leonard Kuklinski tuvo una infancia terrible. Hijo de Stanley y Annah Kuklinski, era el menor de tres hermanos varones. La vida de los Kuklinski, se veía regida por los excesos fanático/religiosos de su madre, y el alcoholismo y violencia extrema de su padre.

Las peleas entre Stanley y Annah era muy violentas. Stanley llegó, incluso, a apuñalar a su propia mujer en la espalda, aunque no la mató. Menor suerte tuvo uno de los hermanos de Richard, Florian, quien, de un puñetazo, fue desnucado por su propio padre en 1940. La familia hizo pasar este crimen como un accidente. Declararon que el chico había muerto tras caer por las escaleras. Nadie sospechó nada.

Varios años después, el otro hermano de Richard, Joseph, fue condenado por la violación y el asesinato de una menor de 14 años.

Las palizas eran pan de cada día en casa de los Kuklinski. Stanley tenía mano dura con sus hijos, estando borracho o sobrio. Annah no paraba de gritar y rezar, algo que enfurecía a su esposo; pero tampoco tenía reparos en golpear a sus hijos con el palo de la escoba.

Para aquel entonces, cuando Richard tenía 10 años, los primeros rasgos de su psicopatía se hacían evidentes. Torturaba y asesinaba gatos y perros sin mostrar emociones. En el colegio, era un chico solitario y frío, completamente indiferente. Debido a su personalidad solitaria, comenzó a ser molestado por algunos chicos del barrio, hasta que a la edad de 13 años (en 1948), comete su primer asesinato.

Siguió a uno de sus agresores (un chico llamado Charley Lane, de 16 años) hasta que lo encontró solo. Lo mató a golpes con una pala de madera, le sacó los dientes con un martillo y le cortó las puntas de los dedos con un hacha, para que su cuerpo no fuese identificado. Finalmente, lanzó el cadáver por un puente al sur de la ciudad y se fue tirando los dedos y los dientes por la vereda. Un crimen brutal y demasiado bien planeado para un chico de solo 13 años de edad. No dejó ninguna pista.

Durante mucho tiempo, Richard había fantaseado con matar a Charley. Cada vez que sus caminos se cruzaban, el chico lo molestaba y humillaba. «The Project Boys» era el nombre de la banda de estos pequeños matones que, constantemente, robaban o golpeaban a otros chicos más débiles. Pero cuando Kuklinski se hartó de huir, las cosas cambiaron. Acechó a Charley, su líder, durante días antes de matarlo.

Si bien declaró no sentirse muy cómodo en un principio, este crimen le dio gran confianza en sus habilidades como matón y asesino. No tardó en emboscar a los otros muchachos de la pandilla, y dejarlos moribundos después de sendas golpizas. Nadie más se metería con él. «Es mejor dar que recibir» declararía años más tarde.

Durante la adolescencia, Richard obtuvo fama de ser un sujeto violento e impulsivo, que todo lo solucionaba golpeando o intimidando. Solía jugar [al] billar y era bastante bueno. Si ganaba, se jactaba de su triunfo; si perdía… dependía de cómo estuviera de ánimo si la cosa terminaba en pelea o un par de tragos más. En una ocasión fue echado de un bar por armar una pelea. Tres sujetos lo arrastraron hasta la puerta y Kuklinski los siguió esa misma noche. Apuñaló a dos por la espalda, aunque sobrevivieron. El tercero se largó de la ciudad y nunca más volvió.

Cuando Kuklinski tenía 16 años, cometió su segundo asesinato. Mientras jugaba al billar, un sujeto identificado como «Doyle» tuvo la mala idea de burlarse de Richard delante de todo el mundo. Pocas horas después, Doyle se dormía en su automóvil, cerca del lugar, ignorando que lo habían seguido. Kuklinski había comprado gasolina en una estación cercana y la desparramó al interior del vehículo, para luego lanzar un fósforo y quedarse viendo cómo Doyle ardía en llamas.

Los niveles de violencia de Kuklinski eran inauditos. Solía pelear en casi todos los bares y tugurios que visitaba. Según algunos, nunca perdió una pelea. Su estampa de «chico duro» no dejaba indiferente a nadie… ni siquiera a las familias de la mafia, quienes le habían echado el ojo hace [hacía] tiempo. Kuklinski podía ser el hombre preciso para ajustar algunas cuentas pendientes con bandas rivales o clientes morosos.

Al mismo tiempo. Richard lideraba una banda de jóvenes rufianes, autodenominada «Las Rosas Nacientes». Junto a ellos, realizaba todo tipo de atraco y robo a almacenes. Por aquellos años, aun seguía teniendo problemas con su familia. Stanley era un pendenciero (al igual que su hijo) y alcohólico que solo llegaba a casa a golpear y maltratar a su mujer. Cuando Richard, harto de su presencia, le puso un revólver en la cabeza y le dijo que si volvía a verlo por allí, lo mataría y lanzaría al río, Stanley no volvió a aparecer. No lo hizo por su madre, a quien despreciaba; sino por sí mismo.

«Las Rosas Nacientes» estaban siendo contactadas por la mafia para encargar un asesinato. Kuklinski cumplió sin problemas disparándole a un sujeto en la cabeza. Sus secuaces estaban impresionados por la sangre fría de su líder; pero la banda no duraría mucho unida. Tras un asalto chapucero de dos de los miembros de la pandilla, la mafia ordenó a Kuklinski que los eliminara o los matarían a todos. Richard no tuvo más opción que cumplir. Visitó a sus dos compañeros y les voló los sesos por la espalda. La banda se disolvió y Kuklinski se transformó en el sicario definitivo de la mafia italiana de Nueva Jersey.

Con dinero en el bolsillo y su fama como sicario, Kuklinski comenzó a apostar grandes cantidades de dinero en el juego. Ganaba y perdía miles de dólares cada semana… y se trenzaba a golpes cada vez que podía, saliendo siempre victorioso.

En su tiempo libre, Richard comenzó (lo que podríamos llamar) una carrera paralela de asesino en serie. Mataba por dinero; pero también por placer y lejos de cualquier mandato de la mafia. Paseaba por Manhattan asesinando mendigos, probablemente para perfeccionar sus técnicas homicidas.

Les disparaba con pistolas de bajo calibre, para evitar tanta sangre. Apuñalaba en lugares específicos para dar muerte de forma inmediata, como la nuca, el corazón, el oído o el ojo, siempre en dirección al cerebro. También estrangulaba con ayuda de cuerdas, o con sus propias manos, a víctimas anónimas.

En una ocasión, ahorcó a un sujeto que dijo algo que lo había hecho enojar. Lo siguió y, con una soga, lo agarró por el cuello y se lo colgó al hombro, hasta que dejó de respirar. Sus casi dos metros de altura fueron suficientes para elevarlo del suelo y morir colgado a las espaldas de su asesino.

La ola de asesinatos en Manhattan jamás fue resuelta por la policía, quienes creían que se debían a simples peleas entre indigentes. Algunos de ellos, según Kuklinski, le recordaban a su padre… quizá por algún rasgo físico en particular. Por ello, disfrutaba asesinándolos; aunque se lamentaba de no haber matado a Stanley cuando tuvo la ocasión.

A pesar de su activa vida como matón y asesino, Richard mantuvo una relación amorosa con una chica, la cual quedó embarazada de él. Esto lo enfureció y trató, incluso, de golpearla en el estómago para que abortara. Aun así, la mujer quería casarse con él, a lo que finalmente accedió. Con ella, podía ser un esposo atento y amoroso y, al día siguiente, hiriente, frío y violento.

En su tercer contrato con la mafia, Kuklinski destrozó vivo a un sujeto, con un hacha, y entregó su cabeza como prueba. No había duda de sus «habilidades». La mafia lo tenía considerado para otros golpes más grandes.

Conocido por aquel entonces como «El Polaco», Richard Kuklinski hacía de cobrador entre los deudores de la mafia. Recorría los lugares que frecuentaban y pagaban sin chistar. Aquellos que se negaban a entregar el dinero, eran asesinados.

El primer gran contrato con la mafia llegó cuando se le encargó asesinar a un importante miembro de la familia. La condición (y bono extra) era que el sujeto sufriera mucho, algo que no le costaría mucho trabajo a Kuklinski. Es así como lo emboscó luego de semanas de estudiar sus movimientos.

El sujeto sabía que lo querían muerto y se había enclaustrado en su mansión; pero en una salida descuidada, Richard asesinó a su chofer y aprovechó la ocasión. Primero lo dejó sin sentido y lo metió al maletero de su coche. Lo llevó hasta un desierto en donde le quebró las piernas con un bate de baseball, para luego partirle el cráneo a golpes. El encargo incluía la petición de introducirle por el ano sus tarjetas de crédito y lanzarlo al río. Así lo hizo, aunque el cadáver nunca apareció.

Linda, su mujer, tuvo un segundo bebé. Sin embargo ya estaban muy distanciados. El problema es que Richard la consideraba de su propiedad, y cuando la descubrió teniendo sexo con un amigo, estalló en ira. La paliza que le dio al joven fue monumental, rompiéndole casi todos los huesos. A Linda le cortó los pezones… pero le perdonó la vida.

Luego de otros asesinatos por encargo, las cosas se habían vuelto complejas en la familia. Se había declarado una guerra de mafias en la cual, prudentemente, Richard decidió descartarse (algo muy raro en él) luego de que uno de los capos fuese asesinado de un tiro en la cabeza.

Kuklinski, que ahora contaba con más tiempo libre, comenzó a cortejar a una chica llamada Barbara, hasta que consiguió salir con ella. Poco tiempo después, la muchacha quedaría embarazada; pero después de una paliza, propinada por Richard, perdería a su bebé de cinco meses de gestación. Por increíble que parezca, se reconciliaron… y Barbara volvió a quedar embarazada.

En vista de que la situación económica no mejoraba, Kuklinski debió buscar empleos honrados; pero no tardó en comenzar a planear robos para aumentar sus dividendos. Todos ellos incluyeron asesinatos de guardias de seguridad o sujetos que, simplemente, estaban en el lugar y la hora equivocada.

A pesar de ser un asesino frío y calculador, Kuklinski no era un sicario especialmente sanguinario. Prefería matar con estilo y de forma limpia, a menos que el encargo incluyera una clausula que exigiera un mayor derramamiento de sangre o tortura (que era la mayoría de las veces). De todas formas, le daba lo mismo.

Durante esos años, se enteraría del crimen cometido por su hermano Joseph, quien violó y asesinó a una niña de 14 años, al lanzarla desde un edificio. Cuando se cercioró de que esto era cierto, dejó de hablarle para siempre. Kuklinski era un asesino implacable; pero jamás mataba niños ni mujeres, ni tampoco violaba chicas o se metía con prostitutas. Esas eran reglas inquebrantables que se había impuesto desde hace muchos años.

En busca de un trabajo que le aportara beneficios económicos, se convirtió en productor de películas pornográficas, aunque nunca asistió a sus rodamientos, pues las consideraba «sucias». Había acudido a la mafia para solventar algunos gastos; pero cuando se encontró en apuros económicos, recibió la visita de unos sujetos que le dieron una golpiza. Uno de ellos era Roy De Meo, uno de los más sanguinarios y brutales asesinos de la mafia. Kuklinski juró venganza; pero primero debía acercarse a él sin despertar sospechas.

Con el tiempo, Richard se ganó la confianza de De Meo. Por difícil que parezca, a pesar de su brutalidad, «El Polaco» era un buen conversador y muy convincente. Acordaron hacer algunos negocios sucios, no sin antes superar una prueba de lealtad que le planteó De Meo. Mientras iban en su automóvil, De Meo se detuvo, le entregó un arma y señaló a un desprevenido transeúnte que paseaba a su perro por la calle. «Mátalo» le dijo. Sin pedir explicaciones, Kuklinski salió del vehículo y le disparó en la nuca. De Meo quedó impresionado por la sangre fría de Richard y lo instó a formar parte de su pandilla. «Eres uno de los nuestros», le dijo entusiasmado.

Una vez en la guarida de De Meo, Kuklinski se sintió sumamente incómodo con el grupo, sobre todo con la presencia del primo de De Meo, apodado «Drácula». Eran asesinos sanguinarios e inmorales, capaces de estar jugando al póker con un cuerpo descompuesto a su lado, colgando de un gancho para carne. De Meo comprendió su incomodidad y le propuso que trabajara de incógnito. Así, le evitaría el mal rato con sus otros compinches.

Sin embargo, si por un lado Kuklinski era un sujeto paranoico y desconfiado, De Meo no se quedaba atrás. En una ocasión lo humilló frente a sus compañeros, encañonándolo con una UZI. Richard mantuvo la calma; pero se sintió indefenso… algo que lo irritó terriblemente. De Meo, por su parte, bromeaba mientras lo apuntaba; pero también estaba midiendo a su nuevo «aliado». No era estúpido y sabía que Richard se exasperaba fácilmente. Lo que parecía ser una broma de mal gusto, sólo avivó la sed de venganza de Kuklinski.

Richard tuvo un tercer hijo con Barbara; pero las peleas domésticas continuaban. Sus arranques de ira eran imprevisibles, y un momento feliz con la familia se podía volver una pesadilla en cualquier momento. Arremetía contra su mujer, destrozaba los muebles y paredes de la casa, incluso se daba cabezazos contra ellas para descargar su furia.

También sus deudas con la mafia lo tenían intranquilo. Debía una suma de 50.000 dólares y, por ello, no podía matar a quien lo tenía fuera de sí desde hacía tiempo, pues era parte de la familia: Roy De Meo. Sin embargo su suerte cambió cuando se le encargó asesinar a un sujeto de apellido Rotherberg.

Productor de material pornográfico extremo (zoofilia, pedofilia), Rotherberg había caído en manos de la policía y había prometido acusar a otros involucrados con tal de contar con algunos beneficios. El cuello de varios miembros importantes de la familia estaba en juego.

Kuklinski cumplió su labor de forma chapucera por culpa de Roy De Meo, que se presentó de forma inoportuna justo cuando Richard estaba por asesinar a Rotherberg. Al ver a De Meo (la víctima lo conocía), salió huyendo, y Richard tuvo que perseguirlo para acribillarlo. Estaba muy cabreado, no le gustaba hacer así su trabajo y, sin embargo, la mafia quedó muy satisfecha con la muerte de Rotherberg. No le pagaron por sus servicios… sino que perdonaron su deuda completa y quedaron «en paz». Esto era mucho más de lo que le solían ofrecer a cualquiera que se involucrara con ellos; pero Kuklinski hervía en rabia. Quería muerto a De Meo.

Richard ya no era un simple matón; sino el sicario más importante de la mafia. Ya no estaba merodeando por lo callejones ni persiguiendo a deudores de poca monta, como antes. Si alguien veía de frente a Kuklinski, era porque dejaría de respirar en ese mismo momento. Nunca fallaba. Nunca cometía errores. Era silencioso, limpio, cauteloso y nadie sobrevivía a uno de sus planificados ataques. Era un asesino perfecto, vestido de forma impecable y de presencia intimidante.

Para entonces, ya se le había dado en sobrenombre de «The Iceman», debido a su sangre fría; pero también porque solía congelar algunos cadáveres durante meses (incluso años) para después descongelarlos, arrojarlos en algún lugar solitario y, así, despistar a los forenses, quienes al analizar los cuerpos, creían que los sujetos hallados habían muerto hace tan solo 48 horas. De esta forma, Kuklinski siempre tendría una coartada.

Ganaba miles de dólares con cada asesinato que cometía; pero no aceptaba todos los trabajos. No mataba ni mujeres ni niños. Por el contrario, le encantaba asesinar a violadores de menores. En una ocasión, se le encargó asesinar a un cubano que había violado a una chica de 14 años. Viajó hasta Miami, lo sorprendió y llevó a un lugar solitario. Allí, lo amarró a un árbol y le arrancó los testículos con la mano. Luego le cortó el pene y se lo mostró. Finalmente, comenzó a destazarlo con un cuchillo, hasta destriparlo y lanzarlo al mar para que fuese devorado por los tiburones.

Las peticiones especiales de «extra sufrimiento» le entusiasmaban, y trataba de ser original. A un sujeto lo torturó disparándolo y apuñalándolo en todo el cuerpo, sin tocarle un solo órgano interno vital, durante varios minutos. Después, lo ejecutó.

En otra ocasión, le disparó a un tipo en la manzana de adán para ver cuánto tardaba en morir, apostando 50 dólares a uno de sus compañeros sicarios a que no resistía más de cinco minutos. La víctima tardó más tiempo en fallecer, ahogado con su propia sangre. Kuklinski perdió aquella apuesta.

También se burló de un tipo que se puso a rezar cuando lo encañonó para matarlo por una deuda con la mafia. Al ver que era creyente, le dijo que iba a esperar 30 minutos para ver si Dios podía salvarlo. Así lo hizo… se sentó en una silla y esperó 30 minutos con una sonrisa de oreja a oreja. Dios no lo ayudó… el sujeto moriría de un disparo en la cabeza.

Las historias de «El Polaco» se diseminaban en el hampa casi como mitos urbanos. Pocos podían dar crédito a los terribles crímenes que se le atribuían. Corría el rumor de que a algunos hombres los había atado y dejado en cuevas plagadas de roedores, los cuales terminaban comiéndolos vivos.

Cuando comenzaron a aparecer fotos y videos, que el mismo Kuklinski grababa de este salvaje método, nadie podía cuestionar su impresionante nivel de sadismo. Ni siquiera los hombres que habían solicitado los asesinatos soportaban ver una de esas cintas completas… sólo Kuklinski las veía una y otra vez. Según él, le desagradaban… las encontraba asquerosas.

Por primera vez en su vida creía sentir asco por algo, y le produjo curiosidad. Asesinar, destripar, torturar, mutilar, quemar o fracturar a una persona, jamás le produjo nada. Mataba como un autómata sin emociones. Ver cómo las ratas se comían vivo a un hombre que gritaba y lloraba de dolor, le llamó la atención, y lo incluyó definitivamente dentro de su lista de servicios.

Con el pasar del tiempo debió alejarse de la cueva de las ratas. Según contaba, las ratas se comían los cuerpos de forma compulsiva. No dejaban carne, ropa ni huesos. En un principio, las ratas esperaban que Kuklinski se fuera para comenzar su festín humano; pero con el pasar del tiempo, ya no esperaban que se fuera para atacar. De hecho, lo esperaban y chillaban cuando llevaba a algún infortunado, y comenzaban a morderlo apenas Richard lo dejaba sobre el suelo. Los roedores habían crecido demasiado… casi del tamaño de un gato bien alimentado. Ya no le temían.

Los asesinatos de Kuklinski seguían dando de qué hablar. Comenzó a utilizar una fina aguja con cianuro, con la cual pinchaba a su víctima sin que esta sintiera el pinchazo siquiera. Minutos después, el objetivo fallecía en medio de terribles convulsiones. Esto fascinó a Richard, que prefería refinar su arte y no caer en la carnicería absurda que proponía De Meo. El uso del cianuro, prácticamente invisible en el organismo si se suministra en la dosis correcta, lo obsesionó. Muchos murieron sin saber qué les había pasado.

Conocido es el episodio cuando junto a unos ladrones de banco, Kuklinski realizó un gran robo. Debido a una disputa a la hora de repartir el dinero, Richard decidió calmar los ánimos repartiendo unas hamburguesas del McDonald a sus hambrientos compañeros. Envenenó todas las hamburguesas, excepto la suya. Se quedó con todo el botín, terminó de comer su hamburguesa y se reunió con el hombre que le había conseguido ese trabajo… y también lo envenenó.

A pesar de que Kuklinski era uno de los más famosos sicarios del hampa, pocos sabían de su existencia. Se hablaba, en los medios de comunicación, de los diversos y crueles atentados de la familia; pero no sabían nada relevante sobre la identidad de «El Polaco». Era un fantasma y la mafia lo encubría. De hecho, aquellos que lo conocían y sabían de lo que era capaz, jamás lo delataron, obviamente por miedo. Sin embargo, en el mundo del hampa, Richard era bien conocido por sus múltiples e impecables «trabajos». Era temido y respetado; pero De Meo y su grupo de psicópatas eran la excepción.

De Meo invitó a Kuklinski a un paseo en barco junto a sus amigos. Kuklinski no quería ir; pero no podía hacerle ese desaire. Después de todo, era parte de la familia, así que aceptó. Una vez en alta mar, detuvo la embarcación en una zona plagada de tiburones y acusó a uno de sus compinches de ser un soplón. Le disparó en el rostro al chico del que sospechaba y lo lanzó vivo al mar, para que fuera devorado por los escualos. Kuklinski recordó a «sus ratas». Al parecer, Roy De Meo utilizaba una técnica similar para deshacerse de sujetos indeseables.

Tiempo después, De Meo vuelve a llamarlo, esta vez para ejecutar un arriesgado plan. Uno de los grandes de la mafia debía morir. Los hombres de Roy estaban dispuestos a ejecutar el plan; pero él quería contar con la ayuda de Kuklinski. Este aceptó, y juntos ejecutaron uno de los golpes de la mafia más sonados en esos años: el asesinato de Carmine Galante, del clan de los Bonano. Las fotografías de la masacre dieron la vuelta al mundo.

En sus andanzas como sicario, Richard conocería a otro asesino a sueldo, llamado Robert Pronge. Hicieron buenas migas pues Pronge era muy similar a él. Mataba por diversión y le enseñó una técnica de asesinato aun mejor que la aguja con cianuro de Kuklinski. Se trataba de un aerosol de cianuro, que mataba con el contacto en la piel. Pronge lo invitó a probarla con algún tipo de la calle, y Kuklinski quedó fascinado al comprobar que funcionaba a la perfección. Años más tarde, tras las rejas, diría que De Meo y Pronge fueron los sujetos más peligrosos que había conocido en su larga carrera como sicario.

Richard sentía que con De Meo a la cabeza nada podía salir bien. Era demasiado sanguinario y paranoide. En cualquier momento podía dispararle en la cara, como al muchacho de la embarcación, por el hecho de sentirlo como una amenaza. Pero sus preocupaciones crecieron aun más cuando se encontró uno de los cadáveres que pensaba había hecho desaparecer.

La policía le interrogó; pero no pudieron relacionarlo con nada… sin embargo esto lo desesperó. Como si fuese poco, su amigo Robert Pronge estaba logrando ponerle nervioso. Era un asesino tan frío como él, y sus métodos para matar, elaborados y maquiavélicos. Le confesó a Kuklinski que debía asesinar por encargo a una familia entera, y que tenía contemplado hacerlo envenenando el agua del embalse donde vivían. No le importaba matar a todo el pueblo si cumplía con su misión.

En otra ocasión, Pronge le ofreció dinero a Kuklinski para que matara a su esposa e hijo… Richard no podía creerlo. Inquieto por estas actitudes, un día lo visitó y lo baleó cuatro veces por la espalda. Al parecer, Pronge era un sujeto tan extraño e impredecible como él mismo, y eso lo puso sobre alerta de inmediato.

Poco tiempo después, Richard fue llamado por De Meo. Consumido por las drogas, el alcohol y la paranoia, estaba desesperado. Había cometido demasiados errores y asesinado a demasiados amigos… estaba solo y sabía que tenía los días contados. Kuklinski se dio cuenta de la oportunidad y lo disparó sin compasión mientras se encontraba en su auto. Nadie lo echó de menos y Kuklinski no debió temer ninguna represalia… sin embargo las cosas ya se habían complicado bastante, pues un tenaz detective estaba tras la pista de Richard y unos ladrones de casas, aunque ignoraba la magnitud de lo que se venía encima.

Kuklinski sabía que sus crímenes estaban siendo demasiado difundidos y comenzó a ponerse nervioso. Algunos de los sujetos con los que debía trabajar, por ordenes de la mafia, solían alardear de sus andanzas en bares y tugurios, algo demasiado arriesgado para un sujeto sigiloso como él.

Ayudado de un poco de intuición, Patrick Kane (el detective que seguía la pista de Kuklinski), estaba seguro de que, a parte de los negocios sucios en los que figuraba su sospechoso, era un asesino. Había escuchado un par de historias que le involucraban en dos asesinatos encargados por la mafia; pero no tenía ninguna prueba. Tampoco se imaginaba que aquel hombre al que comenzó a vigilar de cerca, era el asesino de más de 200 personas.

Obsesionado con el grandullón de casi dos metros que tenía entre ceja y ceja, Kane decidió ir a molestarlo a su propia casa… después de todo, lo había estado investigando por casi seis años y ya era hora de tomar algunos riesgos. Acompañado de un agente de policía, lo interrogó sobre unos cuantos asesinatos atribuidos a la mafia. También le preguntó por Roy De Meo. Kuklinski se contuvo y los echó de su casa cortés; pero fríamente. Sabía que la cosa no iría bien y se sintió amenazado… decidió, en ese mismo instante, que el detective Patrick Kane debía morir.

Obviamente no sería fácil asesinar a un policía. Kuklinski comenzó a seguir a Kane; pero era un blanco difícil. Es por eso que tuvo que acudir a algunas de sus «amistades» de la mafia para conseguir cianuro. Había decidido utilizar el spray para matar a Kane.

Lo que Richard no sabía, era que el nuevo proveedor de cianuro con el que contaban, era un policía infiltrado que Kane había colocado varios meses atrás en los círculos del hampa. Bastaron un par de conversaciones telefónicas grabadas, en donde Richard explicaba cómo utilizaría el cianuro y su experiencia con él, para que la policía contara con suficientes pruebas para detenerlo, y así fue. En una redada fuera de su casa, Kuklinski fue reducido, a la fuerza, por varios policías, mientras gritaba amenazas de muerte por doquier.

Richard Kuklinski fue detenido en 1986, y condenado a cinco cadenas perpetuas, más otros 30 años por otro homicidio. Todos los demás asesinatos fueron imposibles de investigar, debido a que la mafia los encubría y no habría colaboración.

Detectives, abogados, policías, periodistas, psicólogos, psiquiátras, criminólogos y escritores se peleaban por una entrevista con Kuklinski, y este los recibía sin problemas. Grabó dos documentales en los cuales narró, sin ningún tipo de emoción, los más bestiales asesinatos. Declaró que no se arrepentía de nada y que volvería a hacerlo.

La cantidad de asesinatos cometidos por Kuklinski es tan larga y variada, que es imposible detallar cada uno de ellos. Se han tratado de destacar, en este documento, los más relevantes o curiosos pero, sin duda, he quedado corto. No he podido precisar los detalles del asesinato de, por ejemplo, Castellano, otro de los capos más importantes de la mafia, y en donde Kuklinski tuvo una participación activa, al igual que el crimen de Jimmy Hoffa, entre otros.

Kuklinski falleció el 5 de marzo del 2006, supuestamente por causas naturales. Según su familia, poco antes de morir, Richard les comentó que sospechaba que estaba siendo envenenado. Nada raro si pensamos que Kuklinski estaba dispuesto a confesar algunos encargos de la mafia, en donde el principal afectado podría ser Gambino, otro de los capos. Con la muerte de «The Iceman», Gambino quedó absuelto. La autopsia de Kuklinski no reveló ningún tipo de sustancia venenosa.


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